Un Carriel Lleno de Cuentos por Celso Roman

Jota Villaza:  Un Carriel Lleno de Cuentos
por Celso Roman


En pleno siglo XXI se pasea por el mundo un arriero que tal vez fue visto por Don Tomás Carrasquilla cuando escribió “Por aguas y pedrejones”; seguramente Antonio Molina Uribe fue su amigo y le dijo vamos “a echar cuentos pues”, y de pequeñito lo sentó en una butaca don Euclides Jaramillo Arango y le contó “las aventuras del pícaro tío conejo”. Acaso estaba debajo de una ceiba en alguna plaza de mercado el día domingo con José Antonio León Rey cuando el viejo lo escuchó y luego escribió “El pueblo relata”, y por qué no hacer un acto de fe y creer que este arriero, que se llama Jota Villaza, fue quien le ayudó a don  Agustín Jaramillo Londoño a recoger su “Cosecha de cuentos”.
Porque si hay alguien auténtico, y que permanece todavía en el tiempo recorriendo el mundo de la palabra a pie, en bus de escalera, en mula, y en avión, es Jorge Ambrosio Villa Zapata –mírenle no más el nombre: tiene de santo y tiene de famoso rebelde mejicano-. Arrea una recua primorosa de cuentos pícaros como los muletos díscolos y rebeldes, saca de su carriel historias tiernas como las mulas viejas que caminaron toda la vida por las peores breñas sin quejarse ni caerse, o nos brinda relatos recios como los machos romos que miran de reojo y mandan una coz directo al corazón.
Jota Villaza deslumbra tanto en una escuela donde los niños han accedido con él a la magia de la palabra por casi dos décadas –mucho camino recorrido con su recua de poesía nativa-, o en los escenarios de Cuba, Madrid, Córdoba, Sevilla, Bucaramanga, Medellín, Cartagena o Bogotá.

Alma entrañable de una raza que sabe que los espantos pueden aparecerse en cualquier recodo del camino, es su destino transitar como los arrieros que siguen viviendo en él a pesar de que  las carreteras los hayan dejado a un lado, pues no es la senda lo que importa, sino la palabra que le da vida.  

Jota Villaza es un amigo siempre dispuesto a enfrentársele a la tristeza con su perrero de guayacán, porque sabe que la vida a cada rato depara sorpresas para la sonrisa, que saltan como el conejo -en el momento menos pensado-. Será siempre el arriero amoroso que recorre los caminos del mundo llevando a todas partes la palabra creadora en el bolsillo secreto de su carriel, junto con la curarina que quita las penas, la oración íntima para espantar la tristeza, y la barbera para cortarle los pelos al diablo de la modernidad. Por todo eso y mucho más, por el simple hecho de alegrarnos la existencia y enseñarnos la esperanza en este duro mundo, querido Jota, te damos las gracias.