SEBASTIAN DE LAS GRACIAS EN LA TRADICIÓN ORAL


TRADICIÓN ORAL

Para Jesús Arenas, arriero amigo
junto a mí padre, y que todavía cuenta
el cuento de Sebastián de las Gracias
Manuel Mejía Vallejo

En Cuentería o Narración Oral, se suele partir de un esquema mental de la historia, lo que  permite memorizar por medio de imágenes cada uno de las acciones físicas (párrafos o fragmentos) de la historia, evitando que se olvide y que, además lo podamos contar alterando el orden, según gustos o circunstancias de cada espectáculo.  Este “Texto Dramático” o Narrativo, se compara con una figura de animal, con una cabeza, tronco y cola.  La cabeza nos presenta a los personajes, espacios y circunstancias iníciales, el tronco la forma en que se relacionan dichos espacios, personajes y circunstancias, y la cola, cómo termina esa relación.

Este esquema ha sido casi el mismo desde tiempo inmemoriales, sólo que con diferentes nombres cada una de las  secciones en que el narrador fraccionaba el cuento.  Esto le permitía a cada narrador apropiarse de una historia y acomodarla más o menos a sus intereses, al público que lo acompañaba, etc, sin cambiar la esencia de la historia.

Esto no siempre fue así, pues en los discursos de gran valor para una comunidad como sus creencias religiosas (que llamamos mitos), sus estructuras de poder, culturales, entre otras, debían ser memorizadas al pie de la palabra, por ello eran en verso para facilitar la nemotecnia, y hasta que el aprendiz de aedo, de sacerdote, de griot o de juglar no aprendiera bien sus parlamentos, no le era permitido recitarlos a la comunidad y en caso que él los olvidase o cambiara, era castigado por la misma comunidad, que  conocían el texto y  de esta manera protegían los principios elementales de su existencia, para que no fuera tergiversada.

Cosa muy distinta ocurre con los cuentos populares, de los que hayamos diferentes versiones en cada lugar del planeta, en cada parte, acoplado a sus circunstancias, incluso a veces irreconocibles, sólo un estudioso se percatara de la relación de algunos relatos, pero la mayoría son plenamente identificables, como el caso de EN LA DIESTRA DE DIOS PADRE, en Antioquia, EL VIEJO MISERIA, en Ecuador, Perú y el sur colombiano, EL VIEJO UBIETA en Centroamérica,  JACK Y EL DIABLO en Inglaterra,  que si se diferencian ampliamente de EL SOLDADO Y EL DIABLO, de Rusia, siendo todos la misma historia.

SEBASTIÁN DE LAS GRACIAS, fue uno de los pilares de los cuentos de tradición oral paisa, en todas las fincas y pueblos, especialmente en el suroeste y en el Viejo Caldas, había un arriero, un peón, un visitante que cada noche contaba este relato, cada uno a su manera, con su propio lenguaje, o en el de los oyentes.  Generalmente se acompañaba con tiple o guitarra, improvisando versos o contando la historia en verso, a veces una sola aventura, rápida, jocosa, o una pelea de Sebastián que de un solo machetazo mataba a siete, o hacían referencia a la gran fuerza de Sebastián, que fue el que puso ahí la Piedra del Peñol, o las historias de amores narradas en finos versos que el campesino inventaba en el momento para refrendar la fama de buen trovador que tenía Sebastián. Muchas de las historias no coincidían pero todas se achacaban a él, así la historia ganaba prestancia ante la audiencia que muchas veces sólo quería escuchar las historias de este personaje o de Tío Conejo y de nadie más.

El nombre de SEBASTIAN DE LAS GRACIAS, nos lo menciona don Tomás Carrasquilla en su SIMÓN EL MAGO, como uno de los cuentos predilectos de la negra Frutos, para contarle al pequeño Toñito, también lo mencionaba bastante don Manuel Mejía Vallejo en su taller literario y en sus conferencias.  Al pasar el tiempo esta historia fue perdiendo importancia, pues el país se iba concentrando en las ciudades y Sebastián era un personaje inminentemente rural, también fue reemplazado en importancia por Pedro Rimales, que en otros lugares del mundo se conoce como Pedro Urdemales, Pedro el Malo, Pedro de Málaga, Pedro Remales, Pedro Demalas, etc y sus historias coinciden, algunas con las aventuras de Sebastián de Las gracias, con las de Claus el pobre, incluso con las de Nasrudín, personaje árabe del norte de áfrica. En Antioquia adquirió relevancia las historias de COSIACA, personaje nacido en Guaca (Heliconia) quien narraba especialmente los cuentos de Pedro Rimales, al pasar el tiempo se volvió una especie de leyenda popular de las nuevas ciudades pequeñas como el Medellín de siglo XIX y mitad del XX, que se creían urbes.  De este modo se nos perdió de vista Sebastián.

Don Euclides Jaramillo Arango reproduce una versión que en su niñez se las contaba RIGOBERTO (sin mas datos) un peón de su padre. Juan de la Ermita publica su propia versión en las páginas del suplemento literario de El Colombiano y Don Elías Aranzazu presenta una versión de teatro.

Siempre creí que esta historia, a pesar de reconocer su origen Español, Árabe e Indio (de la India), se había radicado solamente en el país Paisa, pero en Lima la narradora e Investigadora Cucha del Águila, me suministró el libro “DIOSES, ENCANTOS Y GENTILES, Introducción al estudio de la tradición oral lambayecana” de ALFREDO NARVÁEZ VARGAS, publicado por el instituto nacional de cultura del Perú, Chiclayo, año 2001. En el que se recogen cuentos y tradiciones del norte del Perú, y entre los relatos hay dos versiones de SEBASTIÁN DE LA GRACIA, el primero de ellos con mucha similitud del nuestro y el segundo, muy breve y sólo relata una historia.

En este espectáculo he reelaborado un texto a partir de las bibliografía encontrada, de los recuerdos y de los cuentos que, desde mi punto de vista, están relacionados con este personaje, acompañados de versos o trovas que he elaborado en cuartetas que sirven para los diferentes estilos de la trova Antioqueña: la tradicional paisa y la campesina, la trova dobletiada, décima  y décima glosada. No soy experto en trova ni en poesía, en realidad es un atrevimiento al cual me aventuré, solamente porque he tenido el acompañamiento y asesoría de Miguel Ángel Osorio –TUTUCÁN.  Intentaremos un trabajo sencillo y básico que muestre o al menos remede, cómo eran esos viejos cuenteros que con tiple y canciones acompañaban sus cuentos en las noches campesinas.